Parte de ser seres imperfectos es que muchas veces nuestra misma imperfección nos lleva a herir a las personas a las que amamos. Muchas veces inconscientemente hacemos cosas que causan severos danos a las personas que nos han depositado confianza y respeto. Muchas otras veces hacemos estas cosas estando perfectamente conscientes y peor, cuando ya se nos ha advertido.
Pero un signo mas acentuado de nuestra imperfección humana es la incapacidad que existe en muchos de nosotros de perdonar. Perdonar es un acto de grandeza que requiere de un enorme esfuerzo muchas veces, pero también requiere de un cambio espiritual y emocional de parte de cada uno de nosotros.
Perdonar es también un acto de amor al prójimo y a nosotros mismos. Jesús nos llamo a perdonar "hasta setenta veces siete" (Mateo 18, 21-19,1 ). Cuando guardamos resentimiento hacia alguien que nos causo danos, somos esclavos de esa persona y de lo que nos hizo. Cuando perdonamos, estamos sanando nuestro espíritu, pues cuando guardamos rencor, a la única persona a la que estamos causando dano es a nosotros mismos.
Si queremos que Dios perdone nuestros pecados, debemos también perdonar al prójimo que nos ofendió, pues no podemos pedir algo que no estamos dando.
Esto no quiere decir por supuesto, que olvidemos y volvamos a tropezar con la misma piedra, se puede perdonar a una persona, pero no olvidar lo que es capaz de hacer. Debemos amar a los demás como a nosotros mismos, pero sin permitir que nos causen dolor en lo posible, pues también es deber de cada uno de nosotros el cuidar nuestra integridad moral y espiritual.
Perdonar es dar por terminado un proceso de dolor e intoxicación de nuestra alma, olvidar es volver a darle nuestra confianza a alguien que sabemos no la amerita.
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